Pobrecito fantasma -profirió a media voz- ¿Y no hay ningún sitio donde pueda usted dormir?
-Allá lejos, pasando el pinar -respondió él en voz baja y soñadora- hay un jardincito. La hierba crece en él alta y espesa; allí pueden verse las grandes estrellas blancas de la cicuta, allí el ruiseñor canta toda la noche. Canta toda la noche, y la luna de cristal helado deja caer su mirada y el tejo extiende sus brazos de gigante sobre los durmientes.
Los ojos de Virginia se empañaron de lagrimas y sepultó la cara entre sus manos.
-Se refiere usted al jardín de la muerte -susurró-.
-Si, de la muerte. Debe ser hermosa. Descansar en la blanda tierra oscura, mientras las hierbas se balancean encima de nuestra cabeza, y escuchar el silencio. No tener ni ayer ni mañana. Olvidarse del tiempo y de la vida; morar en paz. Usted puede ayudarme; usted puede abrirme de par en par las puertas de la muerte, por que el amor la acompaña a usted siempre, y el amor es más fuerte que la muerte..
El fantasma de Canterville
Oscar Wilde