Una idea la poseía. Esa idea, tan simple, que lo cambiaba todo. Que
nuestro mundo no es real. Que tenía que despertar para volver a la
realidad, que para volver a casa debíamos suicidarnos.
- ¿Recuerdas cuando me pediste que me casara contigo?
- Sí.
- Dijiste que habías soñado que envejeceríamos juntos.
- Y así fue.
- Regresa para que ambos podamos volver a ser jóvenes.
Cuando se llega a la orilla del subconsciente se pierde el sentido de la realidad.
¿Y si te dijera que todo lo que sueñas es realidad, y que lo que crees que vives es un sueño?