Señora Revskaya:
Me sorprendió la noticia de que Beller va a subastar sus joyas. Y cuando oí que usted iba a incluir las piezas de ámbar que hacen juego con la mía, no pude evitar sentirme culpable. Por favor, créame si insisto en que cuando le planteé la cuestión por primera vez, no pretendía provocar una situación de alarma. Mi intención era sencillamente demostrarle, mediante la incontestabilidad de los bellos objetos que ambos poseemos, que los lazos que nos unen son reales e indiscutibles. Por lo tanto, desearía al menos volver a juntarlo con sus congéneres, para que la colección pueda estar completa, aunque solo sea por un tiempo breve. A la vez, todavía albergo la esperanza de reunirme con usted en persona, y de que pueda esclarecer las dudas que siguen atormentándome…